La viognier es una variedad de
uva muy curiosa. El origen no está muy claro, dicen que romano, griego, tal vez
croata, y de hecho estuvo prácticamente desaparecida desde la segunda guerra
mundial. Sin embargo, fue redescubierta en los años 60, en el valle del Ródano,
y se ha extendido desde Francia a diferentes países con bastante éxito.
Para más inri, además es una uva blanca pequeña, verdosa, que tiene muy poco rendimiento, y además muy propensa a las enfermedades, por lo que
es complicada para los viticultores. En España son escasos los vinos de esta uva, me viene a la
memoria el de Finca de los Nevados, manchego, y este del Pago de Vallegarcia, en las tierras de los
Montes de Toledo , en Ciudad Real, del cual vamos a comentar.
La virtud de este vino es que es
diferente, para bien o para mal, lo cual es muy destacable en estos tiempos de
globalización, y de vinos con sabores prácticamente clónicos.
El color es dorado, con reflejos
verdosos muy ligeros, muy limpio y brillante. En nariz, destaca por su
intensidad aromática, con mucho perfume a frutas de hueso, como el melocotón, y
un recuerdo a hierbas frescas.
En boca tiene la acidez justa,
esta integrada perfectamente la madera, y el final es largo. Es un vino muy
bien estructurado, complejo, y muy bien elaborado, pero es diferente, no se
parece a los blancos habituales, que son más frescos y sin el recuerdo a
madera. Eso ocasiona reacciones muy diferentes, a algunas personas no les
agrada, como a mi esposa, y otras personas, entre las que me encuentro, nos
parece un vino extraordinario, desde luego para repetir.
¿A que lado te encuentras tu?
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